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Disfrutando al aire libre

Las cosas son como son y no como nos gustaría fuesen. No podemos controlar lo que ocurre, igual que no podemos ser responsables de lo que hagan los demás, y solo podemos ser responsables de nuestros propios actos y nuestras propias respuestas a los actos de los demás y a las circunstancias de la vida.

 

Por ello, es importante aceptar lo que la vida nos traiga y dejar de reaccionar para aprender a responder, a dar nuestra propia respuesta auténtica y sincera, no solo la reacción automática que nos sale. Reconocer y asumir esta responsabilidad es primordial para poder tener mayor control y libertad sobre nuestras propias vidas. De esta forma podemos ser más y mejor nosotros mismos y cultivar, progresivamente, más autenticidad.

¿Qué podemos hacer?

  • Cultivar la observación

  • Tomar distancia de nuestros pensamientos, para dejar de creernos todo lo que pensamos.  

  • Cultivar la aceptación

  • Trabajar el mindfulness y la respiración como herramientas para ganar en control, libertad y autenticidad.

  • 2. Mindfulnes

Tu concepto o percepción de la realidad no es la realidad. Cuando quedas atrapado en tus percepciones e ideas, pierdes la realidad (Tchit Nhat Hanh).

 

La mente está activa la mayor parte del tiempo y le encanta vagar por el pasado, o adelantarse al futuro. A este estado de pensamiento, se le llama estado de rumiación y es probablemente la causa y no solamente la consecuencia de la infelicidad. El estado de atención es lo que surge  de estar presentes, con propósito, de forma abierta y amable en el momento presente y sin juzgar. Al cultivar el mindfulness, adoptamos una posición neutral como si fuésemos un observador externo.

// Dimensión social, política y ecológica

Image by Nick Fewings

Somos seres sociales y somos seres políticos, responsables, por tanto, del cuidado de nuestra vida colectiva y de la respuesta a los desafíos de todo tipo que nuestra convivencia nos presenta.

“Política” hace referencia al cuidado de la “polis” (“ciudad”), es decir, a la búsqueda y promoción del bien de todas y cada una de las personas que conformamos una sociedad y, más ampliamente aún, habitamos una misma tierra. Tal cuidado requiere lucidez y eficacia, actitudes limpias y medios adecuados.

El olvido de estas dimensiones nos aísla y encierra en una especie de caparazón protector que, sin embargo, termina empobreciendo nuestra existencia, amputando una de nuestras dimensiones básicas -la dimensión social- y cercenando de raíz nuestra aspiración a construir un mundo más humano.

Si tenemos en cuenta que el narcisismo constituye uno de los rasgos característicos de nuestro momento cultural, hasta el punto de dar lugar a una especie de “atmósfera” que nos envuelve, se hace todavía más urgente el cuidado de aquella dimensión sociopolítica, en cualquier modo que en cada persona se concrete: asociacionismo de todo tipo, movimientos vecinales, organizaciones solidarias, sindicalismo, activismo sociopolítico…

La política que conocemos es la política que gira en torno al yo. Los partidos políticos, más allá de que se proclamen de izquierdas o de derechas, son partidos del yo. ¿Somos capaces siquiera de imaginar un partido político que no girara en torno al yo? ¿Qué viviría y propondría? Pero para que eso sea posible, se requiere una transformación de la consciencia, en concreto, el paso de una consciencia de separatividad a una consciencia de unidad.

La consciencia de unidad -que nace de la comprensión de lo que somos- no alberga sentimientos de superioridad moral frente a otros grupos o partidos que alientan planteamientos diferentes a los propios; no vive sentimientos de hostilidad ni separación hacia otros grupos o personas alineadas en otra posición política; no vive el compromiso político como confrontación radical; no se instala en la crispación permanente…

El objetivo de la política no puede ser otro que el cuidado de toda la humanidad y de todo el planeta. Solo cuando se viven de manera consciente como objetivos prioritarios, se garantiza una acción no centrada en el propio ego y en sus intereses más mezquinos, sino motivada por el genuino deseo de bien para todos.

Esto requiere de una comprensión profunda de lo que somos, es decir, de una transformación del nivel de consciencia en que habitualmente aún nos movemos.

"Cultiva aquello que ni un naufragio te pueda arrebatar.

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