Las cosas son como son y no como nos gustaría fuesen. No podemos controlar lo que ocurre, igual que no podemos ser responsables de lo que hagan los demás, y solo podemos ser responsables de nuestros propios actos y nuestras propias respuestas a los actos de los demás y a las circunstancias de la vida.
Por ello, es importante aceptar lo que la vida nos traiga y dejar de reaccionar para aprender a responder, a dar nuestra propia respuesta auténtica y sincera, no solo la reacción automática que nos sale. Reconocer y asumir esta responsabilidad es primordial para poder tener mayor control y libertad sobre nuestras propias vidas. De esta forma podemos ser más y mejor nosotros mismos y cultivar, progresivamente, más autenticidad.
¿Qué podemos hacer?
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Cultivar la observación
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Tomar distancia de nuestros pensamientos, para dejar de creernos todo lo que pensamos.
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Cultivar la aceptación
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Trabajar el mindfulness y la respiración como herramientas para ganar en control, libertad y autenticidad.
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2. Mindfulnes
Tu concepto o percepción de la realidad no es la realidad. Cuando quedas atrapado en tus percepciones e ideas, pierdes la realidad (Tchit Nhat Hanh).
La mente está activa la mayor parte del tiempo y le encanta vagar por el pasado, o adelantarse al futuro. A este estado de pensamiento, se le llama estado de rumiación y es probablemente la causa y no solamente la consecuencia de la infelicidad. El estado de atención es lo que surge de estar presentes, con propósito, de forma abierta y amable en el momento presente y sin juzgar. Al cultivar el mindfulness, adoptamos una posición neutral como si fuésemos un observador externo.
// Dinero y Felicidad
En términos generales, necesitamos una cantidad de dinero para vivir pero, una vez que hemos alcanzado cierto umbral, más dinero no da más felicidad.
Entender la relación entre el dinero y la felicidad ha despertado gran interés entre las ciencias económicas. En contextos de carestía, existe una correlación positiva inequívoca entre los mayores niveles de renta y los niveles de felicidad (1), pues el dinero permite satisfacer las necesidades materiales básicas. Sin embargo, una vez alcanzado cierto umbral, variable dependiendo del lugar, más ingresos no mejoran el bienestar de forma sustancial. De hecho, estudios sobre los niveles de felicidad entre personas muy ricas evidencian diferencias mínimamente superiores a otros grupos de población residentes en el mismo contexto geográfico y cuanto más dinero tenemos menos nos ayuda a mejorar la percepción de nuestra vida. El gran pionero en el estudio de las relaciones entre dinero y bienestar fue el economista Richard Easterlin quien en 1974 publicó un artículo donde cuestionaba hasta qué punto el desarrollo financiero supone una mejora para el bienestar subjetivo, especialmente en los países desarrollados, donde la mayor parte de la población tiene cubiertas sus necesidades materiales.
Para entender la relación entre dinero y felicidad, el análisis de lo que ocurre con las personas han ganado la lotería resulta muy clarificador. Estas observaciones han concluido que ganar un premio aumenta la felicidad durante un periodo corto de tiempo (2), tras el cual se vuelve a los niveles anteriores a recibir la recompensa del sorteo. Por ello, ganar la lotería tampoco parece ser la respuesta a cómo incrementar radicalmente nuestros niveles de felicidad.
Más allá de los ingresos netos, los referentes con que se comparan las ganancias y cómo se usa la riqueza de la que se dispone conforman variables importantes en la relación entre dinero y felicidad. Si comparamos nuestra renta con la de personas con mayor nivel adquisitivo, es fácil que la percepción sobre nuestro poder adquisitivo sea inferior a la que realmente es y sucederá lo contrario si comparamos nuestras rentas con otras inferiores. Para evitar una visión distorsionada, o se prescinde de comparaciones, o se eligen referencias realistas, que no generen desviaciones ni en positivo ni en negativo.
Ell bienestar subjetivo es más de dos veces sensibles al crecimiento económico negativo que al positivo (3), consideracióno fundamental para diseñar ciertas políticas y programas. También se ha observado que las deudas, sus pagos y las dificultades financieras ejercen un importante efecto negativo sobre el bienestar (4).
Ejerce gran influencia sobre el bienestar cómo gastamos el dinero. Si el dinero se emplea para zafarse del malestar –por ejemplo, para paliar carencias relacionales se disfruta en privado de una avalancha de productos audiovisuales–, probablemente genere menos rédito en términos de felicidad que el obtenido cuando se comparte o invierte en otras personas (5) o en actividades que se consideran significativas y con un propósito. Las relaciones sociales sólidas conforman un factor clave para la felicidad (6).
Una vez cubiertas unas necesidades materiales mínimas, los ingresos solo explican una pequeña parte del bienestar subjetivo. Como señala Bartolini en el Manifiesto de la felicidad (7), cuanto mayores y mejores relaciones personales, el bienestar se ve afectado en menor medida por los ingresos propios y de los vecinos. Sin embargo, en situaciones de pobreza relacional, el dinero cobra mayor importancia. El impacto de los ingresos personales se reduce a la mitad en individuos tendentes a confiar en los demás y que participan en actividades sociales, en comparación con personas socialmente aisladas y menos confiadas.
Por tanto, una vez que nuestras necesidades básicas se encuentran adecuadamente satisfechas, conseguir más dinero no conforma el camino hacia una vida mejor. En su lugar, puede tratarse de un refugio contra el devenir de un empeoramiento en nuestras vidas.
Cuando la cantidad de dinero disponible es limitada, tiende a importarnos más el dinero y un pequeño incremento puede generar un gran impacto en nuestra calidad de vida. Al igual que sucede con otros bienes materiales, cuanto más dinero tenemos, menos felicidad podemos obtener de él.
(1) Santos, L. (2018). «What psychological science says about the good life. Things we think will make us happy (but don’t)», The science of well-being, University of Yale. https://bit.ly/3feR33y
(2) Frey, B.S. (2018): «Consequences of happiness», Economics of happiness (SpringerBriefs in Economics), Springer, Cham. doi: 10.1007/978-3-319-75807-7_4
(3) De Neve, J.E., Ward, G., De Keulenaer, F., Van Landeghem, B., Kavetsos, G. y Norton, M.I. (2018). «The asymmetric experience of positive and negative economic growth: global evidence using subjective well-being data», The Review of Economics and Statistics, 100(2), pp. 362-375. doi: 10.1162/REST_a_00697
(4) ver por ejemplo Brown, S., Gray, D. (2016) Household finances and well-being in Australia: An empirical analysis of comparison effects. Journal of Economic Psychology: 53, 17-36
(5) Helliwell, J.F., Layard, R. y Sachs, J. (2019). World happiness report 2019, Sustainable Development Solutions Network, Nueva York. https://worldhappiness.report/ed/2019/
(6) Diener, E., Seligman, M.E.P., Choi, H. y Oishi, S. (2018). «Happiest people revisited», Perspectives on Psychological Science, 13(2), pp. 176-184. doi: 10.1177/1745691617697077
(7) Bartolini, S. (2010). Manifiesto por la felicidad. Cómo pasar de la sociedad del buen tener a la del bien estar, Donzelli Editore, Roma.